Imaginar un San Roque sin peñas ni charangas, sin chupinazo ni romería, sin gente vestida de colores ni forasteros asombrados parece imposible, pero la distopía que vivimos en este terrible 2020 ha hecho realidad lo increíble y el absurdo inverosímil se ha cumplido.
Hemos
vivido duras semanas de confinamiento para intentar vencer a la pandemia y,
cuando parecía hacerse la luz, la realidad, tozuda ella, se ha empeñado en
decirnos que así no, que pese a las ganas de juntarnos, de abrazarnos o
besarnos; pese a que nos creamos invulnerables o nos manifestemos rebeldes
contra las recomendaciones; pese a que queramos olvidar los meses de encierro
con días de calle, el riesgo sigue al acecho y sólo espera un descuido, un
error o un simple exceso de confianza para infectar nuestras ansias y atacar lo
más valioso: la salud o, incluso, la vida, individual o colectiva, de personas
ajenas o queridas, de nosotros mismos.
Por
eso, no nos queda más remedio que vivir San Roque 2020 de otra manera, más
hacia adentro que hacia afuera, evitando esa quedada con la cuadrilla para
rememorar el chupinazo, las masificaciones a la hora del vermú, las
concentraciones ante la ermita, la romería multitudinaria en la madrugada del
16 y tantas otras ideas que te habías planteado hacer y que se han planteado
llevar a cabo muchas más personas y cuadrillas.
Cambiar
la comedia de las fiestas puede que te parezca un drama, pero no es una
tragedia. Trágicas son las muertes de esos miles de personas a las que el virus
se ha llevado por delante; trágica es la certeza de que la transmisión del
virus es comunitaria y trágico sería saber que siendo evitable no lo ha sido,
que otras personas han engrosado la lista por irresponsabilidad colectiva.
Trágica ha sido y puede volver a serlo la situación de estrés del personal
socio-sanitario al que hemos aplaudido desde nuestras ventanas confinadas y al
que ahora damos la espalda cuando nos demandan compromiso y sensatez. Trágica
es una economía paralizada incapaz de repuntar mientras no se acabe con la
pandemia y trágicas son las consecuencias de la parálisis económica para las
personas que van al paro, que cierran sus negocios o que necesitan de la ayuda
pública para poder subsistir. Esas y otras muchas son las tragedias cotidianas
a las que nos está abocando esta maldita crisis y, ante eso, que tengamos que
vivir las fiestas de San Roque de otra manera, más personal e individual que
colectiva, no pasa de ser una triste anécdota que engrosará nuestros recuerdos
de la fiesta.
Desde
Peña Rouna queremos contribuir a que San Roque 2020 sea diferente, que sirva
para añorar todas las fiestas que hemos vivido y, de esa forma, preparar todas
las que viviremos, llenando de recuerdos el vacío que deja este año para
olvidar. El código QR que aparece en esta página, lleva a la historia de Rouna
publicada en nuestro blog, esa historia que hemos construido año tras año y
peñista con peñista, mano con mano, hombro con hombro, porque todas las
personas que han forjado Peña Rouna con su presencia han dejado su huella en la
peña. Para dejar más constancia de tu propia huella, te animamos a que
compartas en las redes sociales (instagram, facebook o twitter, que acabamos de
estrenar para tal fin) tus imágenes y vivencias de sanroques pasados y que incorporaremos encantados a nuestra
historia compartida, solo tienes que mencionar a @rounacalatayud.
Esta
es la huella que nos dejas, una huella de palabras que son sentimientos,
momentos y sensaciones de la fiesta; una huella de personas que son las que los
alumbran, los alimentan y los protegen. Tu nombre nos construye, si no está
escrito en esta huella está en el corazón de Rouna.
Y
para que siga siendo así, te pedimos: sé responsable, sé solidario, cuídate
mucho
para cuidarnos todos y para volver a celebrar San Roque cuando sea posible,
porque te queremos ver de nuevo, sano, sana, vivo, viva.