miércoles, 25 de julio de 2018

Ser peñista

Ya falta poco para que comiencen las fiestas de San Roque 2018, por eso quiero hacer una reflexión personal sobre una simbiosis extraordinaria: las peñas, los peñistas y la fiesta.

Esquemáticamente, para quien no quiera leer mucho, se resume así:

Peñistas = Peñas
Peñas = Fiestas de San Roque
No peñistas = no peñas
No peñas = No fiestas de San Roque

Foto de Heraldo.es

Y es que esos tres elementos son las tres patas sobre las que se sustenta el ecosistema festivo sanroquero.

Diré dos perogrulladas que, pese a serlo, no hay que olvidarlas:
Sin peñistas no hay peñas, es la primera obviedad a tener en cuenta.
La segunda, también obvia: sin peñas no hay fiesta.

Y es que las peñas y la fiesta nacen de la existencia de peñistas, de personas que ponen a disposición de la fiesta dos elementos imprescindibles: sus ganas de participar en la diversión colectiva y su aportación económica para conseguirlo. Algunas ponen mucho más: su trabajo y su esfuerzo para que todo salga bien, pero esas, siendo imprescindibles, no son las que me ocupan ahora, pues son las más convencidas de lo que digo.

Tampoco me ocupan ni me preocupan las otras personas, las que siempre que pueden aportan su sentimiento colectivo del disfrute y una parte de sus ahorros (para algunos muy significativa, para otros insignificante, necesaria en cualquier caso para la fiesta) al fondo común de las fiestas de San Roque en general y de su peña en particular. Y lo hacen independientemente de si les gustan todos los grupos que se han programado en su local, de si les sienta bien o mal la fideguá que se propone para cenar no sé qué día, de si van a los toros o a las vacas o no les gustan, de si odian los pasodobles de charanga o los bailan con fervor. Lo hacen porque la condición necesaria para que la fiesta exista es la coparticipación, la económica y la otra, en  el acto colectivo de divertirse; esos son los imprescindibles.

Como en todo ecosistema, el festivo, además de sus simbiosis beneficiosas, como la terna peñista-peña-fiesta, también hay amenazas. En este caso, la acechanza no está en el resto del pueblo, que mira la fiesta desde fuera y asiste expectante a las charangadas, la romería, los toros o las vacas y a otros actos abiertos; ellos también forman parte de la fiesta porque está en la calle y ellos son la calle, espectadores pasivos, activos o hasta molestados, de lo que ocurre a su alrededor. A esas personas gratitud, respeto y perdón por las molestias.

Hay, sin embargo (y ahí radica el riesgo para la permanencia del ecosistema festivo) un colectivo, que no llega a ser una plaga, pero que amenaza con serlo, que fagocita la fiesta, que se disfraza de peñista (vestirse de peñista es otra cosa) con su camisa del color que sea, cubre su muñeca con un pañuelo para disimular la ausencia de pulsera y, por lo tanto, de cotización, y se lanza a la calle a simular ser peñista en una impostura que le permite, además de integrarse en el bullicio callejero, acceder a los locales abiertos camuflado entre el resto y rascar alguna cena o recena aparentando ante los demás ser lo que no se es. Pero mediante esa impostura socava los cimientos del entramado fiestero e incita a los de convicciones peñistas más débiles a hacer lo mismo. Esta corrupción del sistema festivo, mentirosa y ruin, merma en calidad y cantidad el contenido  sanroquero, las fuerzas del colectivo peñista y todo lo que las fiestas proyectan económica, social y turísticamente.

Las fiestas de San Roque en Calatayud son un entramado de solidaridades extraordinarias donde cada peñista forma parte de una performance colectiva que se representa en la calle, donde todos los actores (peñistas y peñas, cofradía, ciudadanía y administraciones) excepto los impostores, son necesarios para seguir representando esta función festiva como viene haciéndose desde hace sesenta años.

3 comentarios:

  1. Chapó!!! Que se enteren de una vez, no podemos dejar que edñsto se extienda. Las plagas se tienen que erradicar lo mas pronto posible.

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  2. Sin quitar ni un ápice de razón también hay que tener en cuenta la situación económica general del pueblo, lo que genera parte de la bajada de peñistas sin justificar peñistos.

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