Tras el cierre, cubatada en el local y a buscar a la parienta que andaba atareada con sus estudios de las asignaturas pendientes de la carrera diplomática. Este año, cámara en ristre vero, emocionado, el chupinazo desde un balcón.
La lluvia quiere estropear la fiesta, pero no puede con unos peñistas acostumbrados a pedir que les tiren agua desde los balcones. La plaza está llena de color y de todo: muñecas hinchables, globos, balones playeros, polvos de talco, cerveza, vino, cubatas, banderas al viento, triciclos, Amy y otros personajes variopintos, serpentinas, confetis, besos, abrazos... y, sobre todo, los colores de las diez peñas, del blanco al negro, que es el de Rouna, el nuestro. Viendo la que está cayendo, la tormenta se asusta porque no puede competir con el jolgorio y se muestra tímidamente durante el acto. Diez petardazos, uno por cada peña y el petardazo final; habla el peñista (no le entendemos, como siempre) habla el alcalde (solo le entendemos los nombres de las peñas) porque la alegría está desatada. Ha sido un poco más limpio que otros años, aunque cuando las peñas inician la bajada la plaza está en un estado lamentable y grupos de peñistas incontrolados se refocilan en el barro.
Mi mujer prefiere seguir en el balcón y yo me voy con Rouna, que ha salido la primera, detrás del Desbarajuste (los aprendices de peñistas). Cubata en ristre los espero en el Casino y bajo con ellos hasta el Munich haciendo fotos a diestro y siniestro: charanga, bombos, niños, abuelos, gente de todas las edades, futuras mamás y marcha a tope y sin descanso.
Abrevamos en el Munich y me voy a buscar a mi mujer y su Luismi que han quedado para bajar la Rúa con otras charangas, pues aunque parezca mentira y cueste creerlo, hay vida inteligente fuera de Rouna, la hay en casi todas las nueve peñas restantes (aunque es de compleja naturaleza identificarla). Como mi cámara los distingue bien, hacemos fotos a colegas, amigos y desconocidos varios para que quede constancia de que aunque Rouna solo hay una, las demás también existen, aunque sólo sea para dar color.
Llegamos a la peña media hora antes de repartir la cena y la cola es multitudinaria. Preparamos el equipo habitual comandado por Beni y en un plis plas, seicientas raciones de paella buenísima repartidas; calimocho de hormigonera agotado y todo el mundo a jugar al bingo o a huir del local hacia el café.
Por la noche, Seven y una opinión unánime, son cojonudos, ya tenemos grupo estandarte para unos años.
Que pena no poder este año con ustedes...prometo no fallar el año que viene.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo desde Lima-Peru.